David Brooks –¿Cómo percibe lo que algunos llaman cambios revolucionarios en el panorama de los medios al surgir el mundo digital, el cual, según argumentan algunos, prometió democratizar el periodismo y abrir una era de comunicación e información masiva? ¿Algo ha cambiado?
Noam Chomsky –Claro que hay cambios, pero creo que lo fundamental permanece igual. Internet indudablemente ofrece una oportunidad de acceso a una rica variedad de información y análisis, como la producción de este tipo de material, con mayor facilidad que antes. También ofrece oportunidades para la diversión, la distracción, la formación de cultos, el pensamiento descuidado, navegar sin propósito claro y mucho más. Una buena biblioteca puede ofrecer una oportunidad para que alguien se vuelva un biólogo creativo o un lector sensitivo de gran literatura, o para perder el tiempo. Depende de cómo uno escoge usar lo que está disponible. Los resultados [de la nueva era digital] son mixtos.
“Para organizadores y activistas, Internet ha sido una herramienta indispensable. Pero aquí se requiere también una nota de cautela. Uno de los observadores más astutos e informados del tumulto en el mundo árabe, Patrick Cockburn, escribe que durante los levantamientos de la primavera árabe, ‘miembros de la intelectualidad [frecuentemente] parecían vivir y pensar dentro de la cámara de ecos de Internet. Pocos expresaron ideas prácticas sobre cómo ir hacia delante’ o, podríamos agregar, prestaron suficiente atención a las realidades políticas, de clase o militares. Los resultados ahí están a la vista, y esas lecciones se pueden generalizar.
DB –¿Cuál debería ser el papel de los medios progresistas en este contexto?
NC –Todos permanecemos dependientes de los reportajes directos de periodistas valientes y honestos, los que hacen su labor con integridad. Ninguna tecnología va a cambiar eso. El papel de los medios progresistas es el mismo de siempre: intentar buscar la verdad en asuntos de importancia, romper el torrente de propaganda y engaño que está enraizado en los sistemas de poder y ofrecer los medios para que la gente pueda avanzar en las luchas por la libertad, la justicia y hasta la sobrevivencia frente a las amenazas ominosas.
DB –Usted persiste en abordar los efectos devastadores de las políticas del gobierno de Estados Unidos y del mundo empresarial, las cuales se manifiestan en guerras e injusticias sociales y económicas, y más recientemente advirtió que esto está llegando a un punto en el que estamos poniendo en riesgo la sobrevivencia misma de la civilización. Para aquellos que observan Estados Unidos y América Latina en este momento, ¿cuáles son los desafíos más básicos que se enfrentan hoy día? ¿Dónde percibe el potencial más grande para una respuesta ante esos desafíos?
NC –Las amenazas son muy reales. La amenaza de destrucción por guerra nuclear está siempre presente, y el historial es atemorizante. Lo mismo es cierto, tal vez aún con más prominencia, acerca de la amenaza de una catástrofe ambiental. Por primera vez en la historia humana estamos frente a las posibilidades de destruir las condiciones de una sobrevivencia decente, y los sistemas de poder nos están llevando a ese precipicio.
“Sin embargo, hay señales alentadoras, en gran medida desde América Latina, ya que lo que ha ocurrido en años recientes tiene un significado verdaderamente histórico. Por primera vez en 500 años, países de América Latina han dado pasos muy serios hacia la integración y la independencia del poder imperial extranjero (en el pasado siglo, principalmente Estados Unidos).
“Los cambios, que son espectaculares, se revelan de varias maneras. No hace mucho, América Latina era el ‘traspatio’ de Washington. Los países hacían lo que se les ordenaba, o, si se salían de esa línea, eran sometidos a golpes militares, terror asesino y destrucción. Pero ahora, en conferencias hemisféricas, Estados Unidos y Canadá están virtualmente aislados.
“Un estudio reciente de los programas de rendición extraordinaria de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), una de las formas más salvajes y cobardes de tortura, encontró que colaboró gran parte del mundo, incluida Europa, pero había una excepción: América Latina. Esto es doblemente notable: primero, por la subordinación histórica de la región a Washington, y segundo, porque durante ese periodo [de subordinación] la región era uno de los centros de tortura del mundo.
“Por otro lado, según el Tratado de Tlatelolco, América Latina es una de las pocas regiones del mundo con una zona libre de armas nucleares.
“En otro rubro, con comunidades indígenas frecuentemente como líderes, varios países latinoamericanos han dado pasos significativos hacia reconocer los derechos de la naturaleza y buscar economías sustentables que frenen la precipitación hacia un desastre ambiental.
“Todo esto es dramático y prometedor, aunque no sin fallas y problemas serios.
Los retos que enfrentamos hoy son inmensos. El más grande potencial [para una respuesta] es una ciudadanía activa y comprometida. No hay mucho tiempo que perder.
DB –¿Qué lo hace reír hoy día?
NC –En la cultura judía en que crecí, hay un concepto de risa a través de lágrimas. Lamentablemente, el mundo ofrece muchas oportunidades para esta práctica.
Pero hay muchos rayos de luz, y amplias razones para esperar que un mundo mejor es posible, como el Foro Social Mundial y sus ramas nos recuerdan continuamente. Y no es accidental que sus raíces son latinoamericanas.