SCHIJMAN: Tras el triunfo de Obama en las internas demócratas y desde un análisis de la cuestión racial en particular, ¿a quién cree que irán los votos de Clinton?
CHOMSKY: La elección señaló que Estados Unidos ha alcanzado un nivel de civilización en el cual el poder político no está restringido a hombres blancos. Sin embargo, en este momento las encuestas indican que un número considerable de demócratas registrados no votará por Obama. En parte, principalmente en el Sur, es una cuestión de racismo apenas disfrazado. Es probable que algún segmento de los partidarios de Clinton sienta amargura por el devenir de la campaña, y por el rol del sexismo latente. Por lo tanto, puede que muchos no participen de la elección o que incluso voten por McCain.
SCHIJMAN: En términos de posibilidades de éxito, ¿es Obama el mejor contendiente para McCain?
CHOMSKY: Difícil de evaluar. Sospecho que el resultado será determinado en gran parte por la efectividad de la formidable maquinaria difamatoria republicana. Clinton ha pasado ya años de feroces ataques personales, y como consecuencia posee un alto nivel de impopularidad. Obama tiene que enfrentar un racismo latente, además de la propaganda que se le hace con ser musulmán.
SCHIJMAN: ¿Cree que Clinton será la compañera de fórmula de Obama?
CHOMSKY: Lo dudo. Sospecho que su campaña escogerá alguien con credenciales militares.
SCHIJMAN: ¿Cuál es el sentimiento de la sociedad hacia la clase política?
CHOMSKY: El ochenta por ciento del público cree que el país es manejado por “unos pocos grandes intereses” y no en beneficio de la población. El 95 por ciento cree que el gobierno debería prestar atención a la opinión pública, una posición explícitamente rechazada por el gobierno de Bush, pero deberíamos tener en cuenta que gran parte de la misma postura es adoptada por diversos teóricos progresistas de la democracia, quienes han argumentado en detalle que el público debe ser a lo sumo “espectador”, sin “partícipar de la acción”. Si la sociedad acepta su asignado papel como observadora pasiva, hay pocas razones para que la política cambie. Pero este resultado no está grabado en piedra, y si el público se torna energético y activo, como ha sucedido con frecuencia en el pasado, y sucede en otras latitudes, entonces los funcionarios electos tendrán que reaccionar de algún modo.
SCHIJMAN: De acuerdo a las encuestas, es muy probable que el próximo presidente norteamericano sea un demócrata. En ese caso, ¿cuáles serán las diferencias sustanciales en materia de política exterior?
CHOMSKY: La administración de Bush está al extremo de un espectro político bastante estrecho. Su agresividad nacionalista y radical ha sido tan extrema que muy rápidamente recibió críticas sin precedente por parte de los círculos principales del establishment. En estos, como en otros asuntos de relevancia, ambos partidos políticos están bien a la derecha de la población general, elemento este último del serio “déficit democrático” en Estados Unidos. No sabemos realmente qué va a suceder, sólo podemos especular. La explicación tiene que ver con la forma en que las elecciones están diseñadas. Los temas son típicamente marginados, lo que refleja una profunda aversión por la democracia y el temor por sus consecuencias por parte de la elite y la dirigencia en general.
SCHIJMAN: ¿Podría cambiar la posición norteamericana en torno al conflicto en Medio Oriente?
CHOMSKY: En el asunto Israel-Palestina, los candidatos tampoco han proporcionado razón alguna como para aguardar algún cambio constructivo. Obama, el candidato del “cambio” y la “esperanza”, declara en su sitio web que “apoya fuertemente la relación entre Estados Unidos e Israel, considera que nuestro primer e indiscutible compromiso en Medio Oriente debe atender a la seguridad de Israel, el aliado más fuerte de Estados Unidos en Medio Oriente”. Debe de haber querido significar “aliado íntimo”, pero tomando las palabras literalmente, Israel es efectivamente el “aliado más fuerte”. Claramente, son los palestinos quienes enfrentan el problema de seguridad más grave de la región; de hecho, enfrentan un problema de supervivencia. Es improbable que las políticas cambien considerablemente.
SCHIJMAN: ¿Y con respecto a Irak?
CHOMSKY: Es importante tener en cuenta que ni Obama ni ningún precandidato demócrata ha expresado una oposición de principios a la invasión. Por esto quiero decir el tipo de objeción que se expresó universalmente cuando los rusos invadieron Afganistán o cuando Saddam Hussein invadió Kuwait: la condena sobre la base de la postura de que el ataque es un crimen.
Asimismo, hubo una condena universal a las atrocidades cometidas por los rusos en Chechenia. El crimen no es mitigado por el hecho de que las medidas brutales de Vladimir Putin parecen haber tenido éxito en la restauración del orden. Nadie aplaude a Putin por el gran logro. La crítica de la guerra de Irak, por el contrario, está basada en costos y fracasos; lo que se denomina “razones pragmáticas”, una posición que es considerada obstinada, seria, moderada, en el caso de crímenes occidentales. Si el general Petraeus pudiera aproximarse a los éxitos de Putin en Chechenia, probablemente sería coronado rey.
No es fácil encontrar razones sustanciales para esperar cambios significativos, gane quien gane, aunque es probable que haya un reblandecimiento de la posición extremista de Bush-Cheney (y probablemente de McCain). Obama es considerado el más moderado de los dos candidatos restantes, y su slogan principal es “cambio”. Así que atengámonos a él.
SCHIJMAN: ¿Qué expectativas tiene en torno al conflicto con Irán?
CHOMSKY: Obama exige más disposición para negociar, pero dentro de las restricciones doctrinales corrientes. Su posición pública es que “ofrecerá incentivos económicos y una posible promesa de no pretender ´cambio de régimen si Irán deja de entrometerse en Irak, de ´actuar irresponsablemente al apoyar a grupos militantes chiitas allí y coopera en asuntos nucleares y otros relacionados con el terrorismo”.
Como todos los otros candidatos viables, Obama ha insistido a lo largo de la campaña electoral en que Estados Unidos debe amenazar a Irán con un posible ataque (la frase corriente es: “mantener todas las opciones abiertas”), una violación a la Carta de las Naciones Unidas, si a alguien le importa. Los candidatos tienen la oposición de las tres cuartas partes del público en esta cuestión.
La opinión norteamericana e iraní sobre la cuestión central de la política nuclear ha sido cuidadosamente estudiada. En ambos países, una gran mayoría sostiene que Irán debería tener los derechos de cualquier signatario del Tratado de No Proliferación: desarrollar energía nuclear pero no armas nucleares. La misma gran mayoría está a favor del establecimiento de una “zona nuclear-armamentística libre en Medio Oriente que incluiría a países islámicos e Israel”. Más del 80 por ciento del pueblo norteamericano está a favor de la eliminación de armas nucleares en conjunto. Y seguramente los iraníes coinciden con los norteamericanos en que Washington debería poner punto final a sus amenazas militares y desplegar relaciones normales. En un foro de 2007, en Washington, cuando las encuestas fueron publicadas, Joseph Cirincione, vicepresidente senior para la Seguridad Nacional y Política Internacional del Centro para el Progreso Americano (y asesor de Obama), dijo que los sondeos reflejaban “el sentido común tanto de los norteamericanos como de los iraníes, [quienes] parecían ser capaces de superar la retórica de sus propios líderes para encontrar soluciones de sentido común a algunas de las cuestiones más cruciales”.
Las encuestas sugieren que si Estados Unidos e Irán fueran sociedades democráticas, en las que la opinión pública fuera un factor significativo a la hora de definir políticas de acción, la tan peligrosa confrontación entre Estados Unidos e Irán podría ser resuelta pacíficamente. Las perspectivas, sin embargo, parecen remotas.
SCHIJMAN: ¿Y qué cree que hará el próximo presidente en relación a Cuba?
CHOMSKY: Este es un caso que presenta cierta similitud al de Irán; dos tercios de la sociedad norteamericana están a favor de entablar relaciones diplomáticas con Cuba, como ha sido desde que los sondeos comenzaron a realizarse 30 años atrás. Pero, como en el pasado, todos los candidatos rechazan esa opción e insisten en que Estados Unidos debe continuar sus esfuerzos para estrangular económicamente a Cuba, en un soberbio aislacionismo, respaldado sólo por Israel y alguna ocasional isla del Pacífico. En ese sentido, Obama es considerado más moderado y se sugiere que probablemente vaya a estar abierto a cambios en la política de su país si La Habana da pasos hacia la apertura y la democracia, una postura que podría parecer promisoria a un observador venido de Marte que ignora los antecedentes de Washington, sobre su pasado y presente, con respecto al apoyo a regímenes tiránicos.
SCHIJMAN: ¿Cómo imagina que será la relación entre Estados Unidos e Israel con el próximo mandatario?
CHOMSKY: La página en Internet de Obama lo presenta como un superhalcón sobre Israel. “Cree que el derecho de Israel a existir como Estado judío nunca debería ser desafiado.” No consta que también demande que el derecho de países de existir como Estados musulmanes (cristianos, blancos) “nunca debería ser desafiado”. Durante la guerra del Líbano de 2006, “Obama salió fuertemente en defensa del derecho de Israel a defenderse de incursiones y ataques por parte de Hezbollah”, pero no tuvo nada que decir sobre el derecho del Líbano a defenderse de la agresión israelí apoyada por Estados Unidos, que mató a más de 1000 personas y destruyó la mayor parte del país.
SCHIJMAN: ¿Lo de Betancourt no está del todo claro?
CHOMSKY: Hay muchas dudas con la liberación de los rehenes. Parece probable que el gobierno norteamericano, que según todos los informes sabía los pasos con anticipación, haya notificado a McCain de manera que éste pudiera sacar algún provecho político. Ninguno de los dos candidatos ha tenido mucho que decir sobre América latina en general, ni sobre Colombia en particular. Mucho de lo sucedido permanece aún oscuro. Ni siquiera está del todo claro si se trató de un rescate. Sí existe coincidencia general en que el gobierno de Estados Unidos conocía los detalles por adelantado. Y es altamente probable que McCain estuviera informado, y que su visita a Colombia estuviera planeada para ganar capital político.